martes, 22 de noviembre de 2011

'Con los ojos bajos' del desarraigo (relectura)


Título: Con los ojos bajos
Autor. Tahar ben Jelloun
Editorial Peninsula
Año: 1992
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Con los ojos bajos (el potencial lector de estas notas puede leer la obra en Internet), otra de nuestras relecturas, trata de la emigración, del desarraigo, del exilio. Ese podrá ser el resumen de la novela de Tahar ben Jelloun. Como todo resumen se sustrae de él los mil  y un detalles que conforman el universo de los que tienen que desplazarse de su patria obligados. 

Lo novela nos va trasmiiendo la memoria de una niña que se va haciendo adulta en el país donde trabaja su padre. La memoria de lo que dejó atrás y el choque con lo nuevo; y esa carga de recuerdos no le deja en paz y activa su imaginación creándose un mundo que va agrandándolo y con él los sentimientos, pensamientos y conciencia son tales que al final ya no responden ni al lugar de origen, ni al lugar de emigración, sino en otro plano que no olvida de donde procede, ni se puede ver libre de lo adquirido en tierra extranjera.

A lo largo de la novela el escritor marroquí denuncia de paso el racismo  al que de ven sometidos los trabajadores magrebíes. En Francia, la humanitaria Francia, la acogedora Francia, la hospitalaria Francia. Y ahí es donde el personaje va adquiriendo una nueva cultura. Y con ella, claro está, el concepto de racismo. Pero si solo se quedara ahí, la cosa iría bien. Mas con el racismo viene el insulto, la marginación, el desarraigo y... los asesinatos de emigrantes que el novelista recoge poniéndole nombres y apellidos  y apellidos: Abdeluahab Hemaham, Said Aounallah, Hammu Mebarki...

Tendremos que decir, para que se entienda bien lo que escribimos y de lo que escribimos, que no es una novela de denuncia, de protesta, aunque haya todo eso, no. Ni cuando se denuncia la flecha apunta a un solo centro, no. Si la Francia de los Derechos Humanos, de la que tanto se han vanagloriado queda en entredicho (algo que sabemos desde hace tiempo es que es un topicazo), la sociedad árabe no se libra de sus saetas.

Sin embargo Tahar ben Jelloun quiere ser fiel, tiene sus servidumbres, porque él mismo está agradecido a la cultura francesa, al tiempo que quiere, por supuesto, a Marruecos y, a su modo, constata los pro y contras de ambas civilizaciones: la árabe y la occidental.

Decir, para ir terminando esta reseña, que siendo los recuerdos de una niña que se va haciendo mujer, muchas de las rememoraciones están rodeadas de una nebulosa de sueños y siendo, como es, el repaso de una persona del género femenino flota sobre todo el relato la situación de la mujer que permanece, muy a menudo, con los ojos bajos.

Publicada, como se ve, en 1992, hace por lo tanto casi 20 años, esta nevela, releida ahora, precisamente ahora, creemos que cobra, en España, ardiente actualidad. Mas que cuando fue editada por primera vez. Seguro.

Algunos párrafos que destacamos:

"Mi padre nunca abandonó su pueblo. Se espíritu se había quedado amclado allí, para siempre. El tiempo era para él un artilugio para contar las horas de trabajo en la fábrica. Pero, en su fuero interno, era el tiempo del pueblo el que seguía trascurriendo tranquilamente, sin demasiada agitación, sin plantearle las preguntas embarazosas que a mi se me ocurrían a menudo".

"Los olores de la hierba y de las bestias llegaban a mi. Yo me resistía. Negaba su presencia".

"Un día mientras enumeraba, aostada en mi cama, todas esas cosas, me detuve de pronto al oir el ruido de una detonación, seguido del grito de una mujer, prolongado y doloroso. Era el grito de una madre; le acababan de matar al hijo. ¡Djelali!: quince años y algunos meses, guapísimo, con aquellos ojso verdes y el pelo negro rizado.
Eran las nueve y diez de un domingo, 27 de octubre de 1971, cuando la bala le atravesó el corazón de un niño que jugaba a las maquinas en un café de la Goutte d'Or".

"La primavera era una voz que bajaba de la montaña, tan pura como un manantial; la voz de un antepasado, un compañero del jeque Ma El Ainin, el rebelde del sur que había vencido a generales franceses y españoles".

"Desde entonces, sé todo sobre Matisse, su vida, sus pasiones, sus dramas y su estancia en Marruecos".

" A menudo me digo a mi misma que la miseria debe volver estúpida a la gente. ¡Hay que ver lo que son capaces de inventar para distraer la pobreza, adornarla y negarla!".

"¿Será acaso amar saber todo del otro y aceptarlo? ¿O, al contrario, tener la ilusión de saber todo del otro u querer modificarlo?".

"El pudor es mirar al hombre de frente y confrontar sus deseos con nuestras exigencias. Si aquí todavía es el hombre el que monta sobre el mulo, mientras la mujer, al lado, lo sigue a pie y si la la gente lo sigue considerando natural, yo no".

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